lunes, 18 de febrero de 2013

Recuerdos sureños



Eudora Alice Welty nació en Jackson (Mississippi) en 1909, hija de una maestra y de un ejecutivo de seguros. Eudora heredó de su madre la pasión por la lectura y de su padre la afición por la fotografía. Estudió en la Universidad de Wisconsin y se licenció en Publicidad en la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia en Nueva York. Vivió la mayor parte de su vida en el vecindario de Belhaven en Jackson. Su vivienda fue convertida en museo tras ser declarada un Hito Histórico Nacional.

Tras un breve paso por la radio, trabajó como agente de publicidad para la World Progress Administración, tiempo en que desarrolló su gran afición, la fotografía. Como agente de publicidad, recogió historias, realizó entrevistas, y tomó fotografías de la vida cotidiana en Mississippi. Fue aquí donde tuvo la oportunidad de observar la vida en el sur y las relaciones humanas que más tarde utilizaría en sus cuentos. Sus libros One Time, One Place (1971) y fotografías (1989) recogen imágenes en las que se aprecian los efectos causados por la Gran Depresión.

A partir de los años 1950, abandonó la fotografía y se dedicó completamente a escribir. Su primer cuento, "Death of a Traveling Salesman", fue publicado en 1936. Su trabajo llamó la atención de la escritora Katherine Anne Porter, quien se convirtió en su mentora y escribió el prefacio para su primer libro de cuentos, Una cortina de follaje (1941). El libro convirtió a Welty en una de las nuevas figuras literarias estadounidenses. Este  éxito le posibilitó escribir en The New York Times Book Review y una beca Guggenheim le permitió viajar a Francia, Inglaterra, Irlanda y Alemania. Pasó algún tiempo como profesora residente en Oxford y Cambridge. Sus conferencias en la Universidad de Harvard están recogidas en el libro La palabra heredada (Impedimenta, 2012) retrato de la infancia donde se pueden apreciar algunos de los motivos literarios de esta autora. Eudora también enseñó composición creativa en diversos talleres y universidades.

Su novela The Optimist's Daughter ganó el Premio Pulitzer a la Novela en 1973. Fue miembro del Instituto Nacional de Artes y Letras, y recibió numerosos honores, como Dama de la Legión de Honor en Francia, o la Medalla Presidencial de la Libertad en su país.

Eudora Welty
Eudora Welty forma parte de una importante nómina de escritores enraizados en el  Sur norteamericano entre los cuales se encuentran William Faulkner, Tennessee Williams, James Agee, Truman Capote, Katherine Anne Porter, Flannery O’Connor, Carson McCullers, Margaret Mitchell o Harper Lee.  Está considerada un clásico universal y según Harold Bloom es “probablemente, la mejor cuentista estadounidense viva”. The Library of America reconoció este estatus cuando en 1998 la incluyó en su catálogo lo que la convirtió en la primera figura viva en ingresar en este panteón.  Siempre contó con un selecto grupo de devotos, entre los que se cuentan Richard Ford, Joyce Carol Oates, Ann Tyler, Alice Munro o Annie Leibovitz,entre otros. Desde hace años, en todo el estado de Mississippi, el 2 de mayo es el día de Eudora Welty.

La hija del optimista (Impedimenta, 2009)
La hija del optimista (Impedimenta, 2009) narra la historia de Laurel, hija del juez McKelva, que se ve obligada a viajar desde Chicago a Nueva Orleáns para ocuparse de su padre que va a ser operado de un ojo. Tras la muerte de éste, Laurel se verá obligada a regresar a la casa familiar en Mount Salus (Mississippi) y a relacionarse con Fay, segunda mujer de su padre. Laurel deberá enfrentarse con su pasado, tratar a viejas amistades  y revivir momentos de su vida que creía tener olvidados.
El escenario de la novela es el sur de los Estados Unidos tan bien descrito por esta autora en algunos de sus otros libros. Los diferentes personajes que transitan por la novela no son sino una muestra más de la extraña y curiosa galería de seres que pueblan las obras de muchos autores sureños. Seres estrafalarios, entrañables en algunos casos, que pueden llegar a producir cierto extrañamiento en el lector pero que son un fiel reflejo de una realidad social bien descrita en el cine y la literatura.

La novela gira en torno a Laurel y a través de los recuerdos de ésta somos capaces de reconstruir un mundo que tiene como pilares básicos la tierra y la familia y que se nos muestra como detenido en el tiempo. Frente a este mundo lento y perezoso en sus costumbres se enfrenta el apenas aludido espacio de Chicago, caracterizado por el movimiento y la modernidad. Son las dos caras de un mismo país, exagerado y espléndido en sus contrastes.  

Laurel quedará definida por su actitud con los demás personajes de la novela pero, sobre todo, por su relación con la nueva esposa de su padre, Fay. Estas dos mujeres representan dos actitudes opuestas ante la vida. Fay, más joven que Laurel, se nos muestra como una mujer orgullosa, atolondrada, egoísta y mundana. Su gran vitalidad la lleva a ser una mujer de acción muy poco reflexiva que no duda en tomar decisiones aunque muchas de ellas sean equivocadas y perjudiquen a los demás. Por el contrario, Laurel, diez años mayor que Fay, es cautelosa, paciente y estoica ante las dificultades que se le presentan. Dos actitudes vitales y dos formas de afrontar al pasado que llegan a su punto culminante al final de la novela, cuando Laurel se enfrenta a Fay por la tabla del pan:

- No sé por qué estás armando tanto escándalo. ¿Qué ves en esa tabla?.-preguntó Fay.
-La historia completa, Fay. El pasado absoluto.
-¿La historia de quién? ¿El pasado de quién? Desde luego, el mío non- dijo Fay-. El pasado no es cosa mía. Yo pertenezco al futuro, ¿no lo sabías?
Y a Laurel se le ocurrió que Fay seguramente ya le estaba siendo infiel a la memoria de su padre.
Ya sé que no tienes nada que ver con el pasado –dijo-. Ya ni siquiera puedes cambiarlo”.(pag. 220)


Es asombrosa la habilidad de la autora a la hora de plasmar los pensamientos de los protagonistas y su complejo mundo interior  y su destreza para lograr que los detalles más nimios cobren vida. En este sentido, es asombrosa la capacidad de Eudora para describir los objetos sobre los que la protagonista posa la vista dotándolos de vida y de un poder de sugestión que nos lleva a evocar momentos muy significativos de un pasado no tan remoto. La autora manifiesta una capacidad asombrosa para delinear espacios íntimos y trazar espacios bien naturales o bien domésticos repletos de una gran connotación.

Casa de Eudora Welty en Jackson (Mississippi)
También es interesante señalar como la novela se desarrolla en dos espacios cerrados y hasta cierto punto, simétricos. La primera parte de la novela se desarrolla en el hospital, con el telón de fondo de unas calles inundadas por el ruido del “Mardi gras” y de una pensión donde las dos protagonistas esperan impacientes el desenlace de la enfermedad del juez. La escena en la sala de espera del hospital donde Fay y Laurel esperan el veredicto final sobre el juez McKelva y, de repente, un grupo de personas organiza una cena sobre cajas de zapatos (pag. 58) es un excelente ejemplo de maestría narrativa a la hora de trazar un cuadro esperpéntico donde unos personajes marginales y grotescos son el centro de la representación. La segunda parte de la novela, más densa y lírica, se desarrollará en la mansión familiar de Mount Salus y estará cargada de gran simbolismo. El episodio del velatorio del juez en que una galería de curiosos y dicharacheros personajes van alternando la palabra en una escena por momentos chocante y caricaturesca nos muestra a una autora con gran maestría en el manejo del registro más coloquial de la lengua y con suma empatía hacia los seres más marginales de la sociedad, como sería el caso del abuelo de Fay o la costurera de Laurel.

El lirismo de esta segunda parte de la novela estará presente en los recuerdos de Laurel hacia su madre y su marido fallecido al poco de casarse. El recuerdo de estos dos seres queridos se entrelaza con impresionistas descripciones del paisaje en donde la naturaleza parece cobrar vida.

La novela aborda algunos de los asuntos de más trascendencia en la obra de Eudora Welty como es la complejidad y paradoja de las relaciones humanas, la importancia de la familia y la trascendencia del lugar como elemento caracterizador de la memoria. El espacio es, además, en esta novela el que configura no sólo los estados de ánimo de los personajes sino también la propia construcción de la trama. El mundo de las supersticiones y de las tradiciones sureñas también tienen cabida en esta novela de la que se ha comentado que permitió a la autora establecer una continuidad con su pasado.

La excelente edición que Impedimenta ha preparado de esta magnífica novela anima a sumergirse en la obra de una autora intemporal que de una manera sutil y repleta de emoción nos lleva a reflexionar sobre la importancia de los recuerdos y de la memoria como fuente de vida. 


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