… el libro estaba allí para recordarles o simplemente
informarles, por si no lo sabían, que la literatura habla un lenguaje distinto,
no opresor, muy diferente al resto de los lenguajes perversos que nos
esclavizan con sus tiranías cotidianas: el lenguaje económico, político,
religioso, familiar, televisivo (…) Respiran de nuevo los escritores que se
desviven por un lector activo, por un lector lo suficientemente abierto como
para permitir en su mente el dibujo de una conciencia radicalmente diferente a
la suya propia. Si se exige talento a un escritor, debe exigírsele también al
lector. Porque no hay que engañarse: el viaje de la lectura pasa muchas veces
por terrenos difíciles que exigen tolerancia, espíritu libre, capacidad de
emoción inteligente, deseos de comprender al otro y de acercarse a un lenguaje
distinto al de nuestras tiranías cotidianas (…) Las mismas habilidades que se
necesitan para escribir se necesitan para leer. Los escritores fallan a los
lectores, pero también ocurre al revés y los lectores les fallan a los
escritores cuando sólo buscan en estos la confirmación de que el mundo es como
lo ven ellos. Los nuevos tiempos traen esa revisión y renovación del pacto
exigente entre escritores y lectores. Vuelve el lector con talento. ..
(El País, 23 de abril de 2009)
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